Oaxaca, Oax.- Y ahí está José Luis, en medio de montones de bolsas y cajas. Se toma un respiro, piensa, piensa. Por un momento en su rostro aparecen gestos de tristeza, de desesperanza, de dolor por tantas víctimas, por tanto terror que han dejado las lluvias y los sismos en un septiembre negro que parece no tener fin.
Es domingo. El pequeño luego regala una sonrisa forzada. Dice que va solo, con el único propósito de ayudar. Un pantalón de mezclilla deslavado, una sudadera azul vieja y un gafete de voluntario del DIF, con el número 50, lo distinguen de la mayoría, que afanados, llenan y llenan bolsas; separan alimentos, acomodan cajas de pañales, papel sanitario, ropa…
Un intenso ir y venir en el gimnasio “Ricardo Flores Magón” de la ciudad de Oaxaca, donde tráileres y tráileres llegan, donde un ejército de hombres y mujeres, al parejo, cargan y descargan sin descanso.
“Vivo acá cerca, sólo vine a ayudar porque me nace; no, no, mis papás no vinieron”, dice José Luis, mientras sigue su descanso.
Cabizbajo José Luis. Piensa en las víctimas, en la escuela, en sus hermanos, en su familia. Piensa en el pánico que han dejado intensos sismos incluso en la capital. Se resigna, retoma fuerzas y sigue ayudando.
El niño se vuelve a perder en el mar de cajas y bolsas, entre el gentío que ocupa las canchas del interior del deportivo, ahora convertido en centro de acopio del DIF estatal.
José Luis sigue en su tarea voluntaria. Quizá eso lo distraiga para no pensar en tanta tragedia que vive Oaxaca.