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Miercoles, 10 de diciembre de 2014 03:15 hrs.
Cómo fomentar la lectura desde la niñez y no enfrentar fracaso escolar
Este es uno de los problemas que, sin duda, más preocupa a los padres de familia
Luis Ochoa Vásquez | Cuarta Plana
Miercoles, 10 de diciembre de 2014 02:50 hrs.

Oaxaca, Oax.- "El fracaso escolar y la marginación social [...] en muchas ocasiones son el resultado de las carencias tanto cuantitativas como cualitativas de las expresiones del lenguaje en el ambiente en que se cría el niño".

El problema del desafecto por la lectura en los niños y jóvenes es, sin lugar a dudas, uno de los que más preocupa a padres de familia y educadores.
Se considera que una de las causas más sobresalientes del fracaso escolar y de tropiezos en la universidad es precisamente la antipatía, el poco adiestramiento y el franco rechazo de los muchachos hacia la lectura y los libros.

DESARROLLO

Marié Bonnafé, psicoanalista y experta en la lectura en los niños, indica que “el fracaso escolar y la marginación social no están dados únicamente por las bajas condiciones socioeconómicas, sino que, en muchas ocasiones son el resultado de las carencias tanto cuantitativas como cualitativas de las expresiones del lenguaje en el ambiente en que se cría el niño, especialmente en sus primeros años”.

Con la anterior afirmación lo que se quiere señalar es que la lectura en los niños, así como la atracción por los libros no se debe dejar para cuando ellos estén en capacidad de aprender a leer o cuando empiecen la educación primaria. Esta actitud es una de las principales razones por las cuales a los niños de hoy no les gusta la lectura: se empieza demasiado tarde esta actividad. Se cree erróneamente que los libros no les interesan a quienes no saben leer, ni mucho menos a quienes ni siquiera saben hablar.

Entonces, ¿cuándo se debería empezar el contacto de los niños con los libros?

Como ya se dijo, muchos de los problemas de la lectura están dados por carencias del lenguaje. Con los niños pequeños, en la mayoría de las veces, se emplea el lenguaje del diario acontecer para comunicarse con ellos. Los adultos les hablan a los niños con un lenguaje muy estrecho, cuando no es con palabras deformadas, de niño mimado.

En otras ocasiones, especialmente con el niño mayor de uno o dos años, el lenguaje se limita a órdenes, regaños y prohibiciones: no cojas, quieto, tómate la sopa, no grites, no hagas ruido, ¿otra vez?, estás muy necio, por eso no se llora…

Estas y muchas otras son las frases que un niño de esa edad escucha con más frecuencia todos los días. Este es el lenguaje llamado fáctico, en el que solo se emplea el presente y tiene muy pocas construcciones. Por el contrario, en los primeros años de la vida de los niños se usa muy poco el lenguaje del relato, aquel que se emplea en los cuentos y narraciones, que usa un antes y un después, que habla de lo ausente y de lo presente, de lo cercano y de lo lejano, que desarrolla construcciones más complejas y nombres y palabras distintas a las usadas en el lenguaje diario.

El lenguaje del relato tiene entonces las características del lenguaje escrito. Los niños, con su gran imaginación y fantasía, lo disfrutan inmensamente. Esta forma de lenguaje es la antesala del lenguaje escrito, de la lectura.

Cuando a un niño se le leen cuentos o leyendas, o cuando se le muestra un libro de imágenes, pronunciándole los nombres de los dibujos representados, empieza, desde muy pequeño, a ver los libros como un objeto distinto de sus otros juguetes, como algo especial porque con él se puede entretener más de una vez, que en cada ocasión la experiencia es diferente y que, además, se puede compartir con otras personas. En otras palabras, los niños van aprendiendo, ¡con placer!, que lo escrito también quiere decir algo. Es así como se van formando los niños prelectores.

Queda claro entonces que la lectura en el niño empieza con el lenguaje oral, familiarizándolo desde muy temprano, ¡incluso desde los seis meses de edad!, con los libros, leyéndole en voz alta palabras escritas o usando libros de imágenes, sin letras, que igualmente se le deben leer en voz alta, con gusto, en un momento propicio.

No se busca que el niño aprenda a leer antes de lo habitual, ni que aprenda algunos asuntos en particular. Lo que se desea es que desde la más temprana edad el niño descubra la magia de los libros, de la palabra escrita y asimile la lectura como debe ser, una actividad placentera y agradable. Con esto se quiere enfatizar que los libros, que el lenguaje escrito no pueden estar limitados solamente para lectores y por extensión a niños mayores. Los libros son también, y con prelación, para los niños más pequeños.

Volver los libros y las lecturas un hábito

Si se empieza el contacto de los niños con los libros desde el segundo semestre de su vida, esta actividad será asimilada como un hábito más, como una rutina de su vida diaria, tal como ocurre con el baño, las comidas, la hora de acostarse, etcétera. Pero, a diferencia de estos hábitos, la lectura les produce placer, les estimula la creatividad, les aviva la imaginación. Con el paso de los años los niños irán interiorizando este hábito con toda naturalidad y espontaneidad; lo rememorarán con agrado y volverán a los libros una y otra vez.

Así, cuando lleguen la edad escolar ya tendrán un camino muy adelantado, pues su encuentro con los libros empezó desde varios años atrás, pero sin traumas, frustraciones ni tareas aburridoras.

Por el contrario, si se deja ese primer contacto con los libros para la escuela, muy probablemente tendrán una concepción errónea y deformada de la lectura, pues la asociarán con tareas, calificaciones y castigo. No es gratuito, como ya se dijo, que muchos muchachos y jóvenes no quieran leer en sus ratos de descanso, en vacaciones, ni mucho menos que no les den libros como regalos. Para ellos, los libros son sinónimos de clases, estudio, tareas, es decir actividades obligadas y no pocas veces tediosas.

  
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