Oaxaca, Oax.- Sitiar la ciudad y paralizarla, como lo hicieron este lunes los concesionarios del transporte urbano, cuando la temporada vacacional aún no concluye, es la peor barbaridad que tolera el gobierno estatal, el cual desde hace mucho claudicó de sus facultades de aplicar la ley a quienes violentan el Estado de Derecho.

El mensaje que se envía a los oaxaqueños, al turismo, a otros estados y al mundo entero, es el de una entidad que vive en la anarquía, en medio de la tibieza de un gobierno que sólo espera que concluya el sexenio para desentenderse de sus obligaciones.

Exhibir la cara más irreverente de Oaxaca, es una falta de respeto para el turismo nacional y extranjero; bloquear cruceros e impedir la salida y la entrada a la ciudad durante una jornada de 8 horas es desagradable y únicamente cabe la exigencia de que se haga justicia y se ponga fin a tanta impunidad en el Estado.

Independientemente de la militancia del titular de la Secretaría de Vialidad y Transporte, así como del gobierno de coalición, ahora no pueden acusar a nadie más que a ellos mismos y a los concesionarios del transporte de atentar contra la economía de los oaxaqueños.

Los concesionarios del transporte urbano no son almas de la caridad. Así lo demuestra su operativo que los exhibe en el ataque a las vías de comunicación al estilo de la delincuencia organizada.

En el 2011 obtuvieron un alza de 4.50 a 5.50 pesos en las tarifas de los pasajes. En el 2013 el incremento fue de 5.50 a 6 pesos y también desquiciaron la ciudad para lograrlo.
Y lo peor es que nunca cumplen con sus compromisos. Los usuarios sí deben pagar el alza al pasaje. Ellos no asumen ningún costo, salvo el que cacarean por el mantenimiento de las unidades que el mismo gobierno les financia.

Los concesionarios del transporte urbano no respetan credenciales de estudiantes y personas mayores de edad. Circulan sin entregar el boleto que garantiza el seguro del viajero.