Me parece un acierto formular como formas de gobierno en la historia humana en tres fórmulas: una primera, es aquella que pone énfasis en las virtudes del gobernante. Esta fórmula nace con los propios gobiernos.
La primera reflexión sobre este punto lo hizo el hindú Kautilya tres siglos antes de nuestra Era, en donde destacó las virtudes que tenía el gobernante para ser eficaz. Esta tesis se desarrolla en la historia humana, tiene su punto máximo con El Príncipe de Maquiavelo, hasta nuestros días, donde cierta politología sigue destacando las virtudes del gobernante. Esta literatura se conoce como Norte para Príncipes o Consejo para Príncipes.
La segunda fórmula de gobierno es aquella que apela a la voluntad del pueblo, aquella que lo define como el gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. Debido a lo anterior, se ha buscado la mejor fórmula para que el pueblo gobierne. Como no existe otra fórmula más que por la representación, se llega a la conclusión que el mejor gobierno que apela al pueblo es el que tiene mejor sistema electoral, aquél que mejor exprese la voluntad del pueblo.
La tercera fórmula de gobierno es aquél que sus instituciones políticas tienen una larga tradición, fundamentalmente democrática, a prueba de golpes de desvío o cambios autoritarios. Es lo que se suele llamar costumbre democrática.