Desde el 20 de enero, en que el gobierno de los Estados Unidos inició una brutal cacería de migrantes en su territorio, con miras a la deportación masiva, en miles de hogares oaxaqueños hay preocupación. Algunos de sus familiares radican allá desde hace años o décadas. Con el paso del tiempo, el padre se llevó al hijo y éste a los nietos.

La mayoría se soba la espalda en labores duras, de toda naturaleza, para poder enviarles a sus familias el dinero para subsistir. Las remesas han paliado la pobreza y el hambre. Quienes han migrado a la Unión Americana lo han hecho, igual que los migrantes de otros países, en busca de mejores condiciones de vida y trabajo, que no han podido encontrar en México.

Aunque en algunos ha sido aventura, en los millones de compatriotas que hoy están con el Jesús en la boca, por temor a las deportaciones, lo han hecho por necesidad. Y han padecido discriminación, malos tratos y explotación en muchos casos. Lo innegable es que han contribuido a la riqueza de dicha nación. Sin embargo, lo que fue un sueño se trastocó en pesadilla.

Si bien los números de deportados oaxaqueños no ha sido para el gobierno estatal, un tema preocupante, el acertijo es, ¿qué medidas habrán de instrumentarse para paliar esta tragedia humanitaria? El gobierno de la República ha insistido en que serán susceptibles del apoyo de programas sociales, además de que durante 3 meses tendrán atención del Instituto Mexicano del Seguro Social -IMSS-.

Cuestión de ver nada más la crisis en que se encuentra dicha institución para dar atención a los derecho-habientes, para intuir qué pueden esperar los paisanos deportados. El tema de los refugios y albergues para recibirlos es un reto. El otro es, cómo habrán de sobrevivir adelante. De ser un país de tránsito México se ha transformado en un país huésped para migrantes que provienen de otros países.

Si no hay empleo para los nuestros, ¿lo habrá para extranjeros? Porque no todos son ciudadanos que buscan un trabajo digno, sino que en los flujos migratorios se han colado delincuentes. Ahí están los colombianos de “gota a gota” o los venezolanos del “Tren de Aragua” o miembros de la Mara Salvatrucha, que huyeron de El Salvador y de las razzias del presidente Bukele.

Hoy mismo viven en territorio oaxaqueño miles de centroamericanos. Suponemos que no hay un censo de los mismos. En el Istmo los hay empleados en operar taxis, moto-taxis, otros empleos y hasta metidos en grupos delictivos. Sin duda pues, el gobierno de la Primavera Oaxaqueña tiene que enfrentar un doble desafío: con los nuestros y con los de fuera. Habrá que irse preparando con algo más que discursos y buenos propósitos. Eso de bienvenidos paisanos, México y Oaxaca te reciben con los brazos abiertos, ya es pura retórica. (JPA)