Para el recuerdo, en antaño, Doña Casilda Flores obsequiaba agua en la pila de Juan Diego, localizada en la calle de Trujano, o las jornadas de Samaritana de la calle de Flores Magón y las Casas, donde los comerciantes regalaban agua a todo el que la pidiera.

La tradición oral cuenta que los templos pioneros fueron La merced, San Juan de Dios y San Francisco, que empezaron con esta bella tradición.

Al principio no se daba agua de sabores, era agua natural que mucha gente ocupaba en sus casas como agua bendita, ya que esta tenía un significado muy grande.

Ojalá que esta festividad se mantenga durante mucho tiempo, ya que es una muestra de expresión cultural, de hermandad y una identidad del pueblo oaxaqueño, y que la modernidad y la apatía no nos lleve a perder estas bellas tradiciones que nos caracterizan en Oaxaca.

Por ahora, quienes disfrutaron de un fresco vaso de agua, principalmente de chilacayota, chía con limón o de horchata con tuna y trocitos de melón, se olvidaron por un momento del diario sufrir de los habitantes de la Verde Antequera: sus marchas, plantones, bloqueos y vandalismo.