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Oaxaca, Oax.- A 18 meses de que concluya la gestión de Gabino Cué Monteagudo --en la víspera de unas elecciones intermedias que aún no despiertan el interés del electorado-- es lamentable que la percepción generalizada sobre el gobierno oaxaqueño sea la de un mandatario estatal al que se le diluye el poder entre los manos, mientras la mayoría de los oaxaqueños paga las consecuencias de sus desatinos.
Es inconcebible que, a estas alturas, aún se siga pensando en el bono democrático del 2010 como uno de los principales activos para conservar el poder, sin tomar en cuenta que la curva de aprendizaje se convirtió en un trampolín, pero hacia el fracaso. Venido a menos y sin haber logrado consolidar la transición democrática, la administración del gobierno en turno, ahora tiene la disyuntiva de convertirse en un gobierno tirano o de meter la reversa, que al fin y al cabo también es un cambio. El actual, es un régimen que agoniza por una severa crisis financiera que fue propiciada por la desmedida ambición de servidores públicos que durante los últimos años encontraron en el presupuesto un botín que sólo ha servido para unos cuantos. |
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