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Oaxaca, Oax.- Hay que aplaudir algunas acciones de parte del ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, a menos de un mes de haber iniciado funciones. Es el caso de la propuesta de la Dirección de Turismo, para aplicar la tecnología y dotar a sitios y monumentos de interés histórico del código QR, a fin de que los visitantes del país o el extranjero, tengan a mano los datos necesarios y evitar consultar guías u otros elementos que les aporten la información requerida.
Sin embargo, no hay que olvidar que, en el casco urbano, hay centenas de predios, no sólo públicos sino particulares que cuentan con la placa respectiva de “inmueble catalogado”. Tener la información de cada uno será una tarea titánica, pues hay asimismo casonas y edificios que están en grave riesgo físico, gracias al deterioro que ha ido minando su fortaleza. Hace al menos dos décadas, algunas iglesias y edificios de arquitectura novohispana tenían en la entrada una placa de madera, con la historia alusiva al monumento histórico. Creo que algunos la conservan, como el Templo y Ex Convento de Santo Domingo de Guzmán. Pero algunos ya no la tienen. Aplicar la tecnología para aportarle a los visitantes, estudiantes o ciudadanos interesados en dichos monumentos, la información sobre los mismos, resulta pues, un notable acierto. Pero, más allá de este propósito, lo que urge es una política de conservación y mantenimiento de nuestro rico patrimonio monumental. El diario El Imparcial de Oaxaca, recién publicó una plana completa sobre el abandono y deterioro de las fuentes que se ubican en algunas calles y avenidas de la capital. Se han convertido en depósitos de basura y la pintura en aerosol del grafitti, ha hecho su labor nociva en las históricas canteras. Cada marcha, cada manifestación, el vandalismo toma como lienzo las paredes de iglesias, edificios públicos y otros, para plasmar las consabidas consignas. Siglos de historia lucen pintarrajeados o destruidos, por la ignorancia, la irresponsabilidad o la estupidez de hombres y mujeres que vuelcan su frustración sobre piedras y portones; fachadas o paredes. Lo que hace falta son leyes que prohíban o castiguen el vandalismo, que destruye todo a su paso. Que sancione a quien afecte nuestro patrimonio u obligue a reparar el daño, si es que la generación de hoy quiere dejar algo en pie para las generaciones que vienen detrás. Pero que se actúe con la fuerza del Estado para acotar a esos depredadores urbanos que, presas de su inconciencia, continúan su labor de destrucción de aquello que nuestros ancestros nos legaron. (JPA) |
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