Las Pequeñas y Medianas Empresas, las famosas Pymes generan más del 80 por ciento del empleo en México, así como más de 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Un buen dato para quienes en vez de consultar los indicadores y estadísticas confían en su sentido común, o peor aún, asumen como buenas las falsas informaciones que sugieren una relación inversa en el empleo. En el mejor de los casos los asumen por ignorancia, en el peor con todas las ganas de menoscabar a su adversario político.
Por eso tiene mucha lógica, además de sentido común, que el gobierno federal plantee apoyar más las Pymes que a los grandes capitalistas. Voraces o hienas como los calificó un funcionario del SAT en un video que circuló en las redes de internet, los grandes empresarios conminaron al gobierno federal a “su rescate”, desde ahorita que apenas empiezan a dejar de ganar, que no a perder pues ellos nunca pierden.
Cínicos y abusivos, van por todo. Pero con la información oficial en las manos los exhiben de adeudar 50 mil millones de pesos de impuestos del año 2019, esto es, recursos ya devengados, ya obtenidos que nada tiene que ver con lo que pasa hoy. Pero aprovechando el viaje piden que se les condonen esos impuestos. Aconsejan, además, que el gobierno se endeude, aunque sea algo, dicen, para que los dilapide en ellos. Sueñan con nuevos FOBAPROAs.
Les urge dinero para sostener la planta laboral de sus empresas, dicen. Vamos por partes, entonces, ¿quién habría de sostener esos empleos? Ellos no, por supuesto, su dinero a buen resguardo, piden al gobierno que les regale dinero para sostener su nómina, recursos públicos para ellos sí a fondo perdido. Igual que con el FOBAPROA que pagaremos todos los mexicanos hasta 2070.
En esto hasta algunos humildes microempresarios caen, pues gritan que no se regale el pescado a los pobres, sino que se les enseñe a pescar. Esto es, que desaparezcan los programas de entrega directa de recursos públicos en los programas federales, entre éstos a los adultos mayores; pero no se oponen a algo brutalmente peor y radicalmente injusto: regalar ese mismo dinero público a los grandes empresarios bajo eufemismos. Y en una relación desproporcionada.
Por ahí anda de filántropo y amante del rey de los deportes, un banquero beneficiado con el FOBAPROA en su BANAMEX, luego vendió su banco al Chase Manhattan Bank y luego se quedó de socio de ese banco ya extranjero. De triple play Harp Helú, el filántropo de marras, quien ahora buenamente se anda adueñando de los edificios de Oaxaca, eso sí, con todo su gran corazón.
¿Dónde están los millones de dólares que han amasado en años tranquilos esos grandes y voraces empresarios? Ni un cinco quieren tocar de eso, ahora sí exigen un gobierno paternalista que les regale dinero, “amainan su plumaje al primer ruido” y corren a extender la mano a papá gobierno, a ellos sí dinero gratis, a los pobres enséñenles a pescar. No tiene nombre lo que son.
Prácticamente llamaron a dar golpe de Estado, con su ridícula convocatoria sus pares y a la sociedad para planear juntos como afrontar la crisis. Encabezados por Carlos Salazar Lomelín, presidente del Consejo Coordinación Empresarial (CCE). Pero ese trabajo cuesta dinero y está visto que ellos nada quieren sacar. Sólo dan leña para la hoguera de quienes se están quemando por disminuir, por derrocar al gobierno federal.
Los militares están muy lejos de los empresarios, a diferencia de otros países donde las élites sociales nutren la jerarquía del ejército, en México ha sido la gente del pueblo. Es otro camino el que ensayan los grandes beneficiados del capitalismo de cuates de los sexenios anteriores, el golpe de Estado blando que comentamos la entrega anterior.
Aún no cesa la polarización política del país, único país donde una parte culpa al presidente de los daños del coronavirus y donde el presidente incurre a burlas, sornas y escapularios para hacer escarnio de sus malquerientes, con su lema de no importarle lo políticamente correcto. Debería importarle, no sirve jugar a las vencidas.
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