Hasta seudo poemas circulan en estos días, que anuncian la felicidad que estaríamos por conquistar después del largo túnel del coronavirus. Cual si éste hubiera sido un compromiso que voluntariamente nos echáramos a cuestas para ser mejores. No fue así, el Covid 19 llegó y se nos impuso, mandó al confinamiento o semi confinamiento a muchísimos y a penitencia a otros. Los pobres tuvieron que seguir trabajando, confinarse es de ricos, dicen.
También el papa argentino trató de cumplir en esta pandemia con su misión adormecedora de siempre: “Todos estamos en el mismo barco”, rezó desde la “impresionante” soledad de la Plaza de San Pedro en El Vaticano; de inmediato le enmendaron la plana: estamos en la misma tempestad, pero no en el mismo barco, pues hay quienes andan en trasatlánticos, mientras la mayoría en cayucos con remos de palos.
Estas manifestaciones románticas facilonas no ayudan a prepararse ante los cambios que se avecinan. Si bien aún no se sabe con certeza el tamaño de los mismos, no hay duda que son inminentes. Podríamos decir que no será tan duro como el confinamiento actual con su crisis económica, pero también podría ser como arengaba mi General Francisco Villa: “Ánimo cabrones que más adelante está más feo”.
Los cambios que vienen
Por supuesto que un virus que quedará instalado como endémico, ocasionará cambios en la vida. Se prevé la disminución de reuniones o actos masivos, uno de éstos, precisamente las misas, peregrinaciones y reuniones religiosas. Restaurantes y bares resentirán esos cambios, quizá menos los segundos en nuestro medio por la naturaleza a socializar en esos lugares.
Muchos negocios que se basan en afluencias sufrirán la disminución de sus ingresos. Quizá esa escasez explique el nerviosismo del cura Wilfrido Mayrén, párroco de la iglesia de Xochimilco, a quien le ha dado por difundir misas a través de escandalosas bocinas, cuyo ruido llega hasta la calle José López Alavés. Los vecinos acusan contaminación auditiva. Estar sin los fuertes ingresos pone nervioso a cualquiera. Hasta la venta de gasolina ha disminuido.
Si bien la crisis sanitaria actual no es tan ominosa como una guerra, sí dejará daños económicos similares. Según datos oficiales más de 700 mil empleos formales se han perdido en México, sin contar los empleos informales. La pobreza y el hambre se agudizan, la ONU calcula que este año habrá 265 millones de personas con hambre en el planeta, 130 millones más que durante 2019.
Oaxaca, en desventaja tecnológica
Lo previsible es mayor trabajo desde casa, pago por transferencias bancarias, educación y medicina a distancia; mayor control de aduanas y de las fronteras; menos viajes y mucho menos por paquetes, menos convenciones y congresos; crecerá el mercado virtual, ventas en línea, Comerciantes tradicionales que no tengan a alguien en casa que maneje redes de internet y mercado libre, perderán. De hecho, la conectividad de Oaxaca en ínfima, sólo en telefonía celular el 60 por ciento carece del servicio.
Lo mismo sufren comunidades indígenas a cuyos vendedores de mezcal o flores, por ejemplo, quienes no saben de cubrebocas y esas cosas, ya no les abren algunas puertas donde les compraban. ¡Ah! pero hay quienes se desgañitan con loas a dichos pueblos de por sí confinados, irónicamente ahora vuelto algo meritorio, en lugar de ayudar a sus paisanos con tecnología para sacarlos de su atraso.
No, no seremos mejores sólo por haber aguantado el semi confinamiento, de hecho, hay peores datos como el aumento de la violencia intrafamiliar. Quienes tenían una buena o regular relación familiar, sin duda podrán mejorarla; en otro caso ya la empeoraron o van hacia allá; o se fortalece la solidaridad o estalla la animadversión preexistente. Hay quienes vaticinan como otro nicho de oportunidades del futuro inmediato, los despachos jurídicos especializados en divorcios.
Gobierno, sigue contra la población
Por todos lados el panorama es difícil, y los gobiernos, sin variar en tiempos de pandemia, trabajan en contra de la población, en principio porque ni siquiera gobiernan y menos invierten el dinero público para ayudar a la gente. Los 30 millones de pesos anunciados por el gobierno del estado para que el DIF diera despensas a los pobres de Oaxaca, aún no se ve.
Eso se lo reclamaron desde la tribuna del Congreso local con toda claridad al gobernador del estado, exigiendo el diputado del PT, César Morales Niño, que se pongan en circulación las 200 mil despensas anunciadas para ayudar a los oaxaqueños necesitados.
De los 3 mil 500 millones del más reciente préstamo ni sus luces, menos aún, todo se queda en declaraciones jubilosas y expresiones de ánimo a los gobernados: “No estás solo”, dicen, pero no lo completan como realmente es: “aquí estoy yo para exprimirte”.
Los préstamos para apoyar a los prestadores de servicios del llamado BanOaxaca ni hablar, son prácticamente canalizados a los bancos como cualquier préstamo bancario, con exigencias leoninas, casi empeñar un bien como garantía prendaria y tener un aval, por la miseria de 20 mil pesos. ¿Eso es apoyar?
Oswaldo fracasa en Oaxaca
O lo que sucede en el Mercado de Abastos de la Ciudad de Oaxaca donde el endeble presidente municipal Oswaldo García Jarquín anuncia su cierre, pero los líderes y el hampa que realmente mandan ahí dicen que no, y siguen. Desde el principio le dejaron claro que esa Central no se plegaría a sus indicaciones, por lo que el ayuntamiento se dedicó a perseguir a humildes vendedores ambulantes del centro de la Ciudad sin darles algo a cambio para su subsistencia.
Tan no puede gobernar García Jarquín su municipio que mejor se fue a repartir despensas al interior de estado, ¿con su dinero? Ese Oswaldo sí que resbala, ¿pensará que puede ser al menos diputado? Con este personal de dirigentes, Oaxaca no puede más que seguir en retroceso.
Tenemos que buscar que no sea así, tenemos que empezar por darnos buenos gobiernos, luego buena educación, luego buen servicio médico, luego buenos empleos. Esto es cambiar a la clase política, cambiar a la Sección 22, inventar verdaderos empresarios creadores de industrias… Por eso viene al caso la arenga de mi General Pancho Villa.
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