MIENTRAS el Papa Francisco, en uno de sus últimos discursos durante su gira por nuestro país, dijo, con toda claridad que “obispos que encubren pederastas son inconscientes y deben renunciar”, los jerarcas de la Iglesia católica en Oaxaca, actúan de manera perversa.

ALGUNOS religiosos bien enterados del tema, me confirman que hay dos momentos que despertaron la ira del arzobispo Chavez Botello, de su apoderado legal, el polémico Uvi, Wilfrido Mayren, entre otros miembros de la cúpula eclesial. Éstos no perdonan a los sacerdotes y padres de familia que se atrevieron a denunciar los casos de pederastia solapados por cierta corriente eclesiástica en Oaxaca.

Primero, cuando trascendió la denuncia y estalló el escándalo en junio del 2012. Los medios nacionales y locales hicieron público casos tan endemoniados. La Jornada comentó que el expediente de Chávez Botello demanda del pontífice jesuita una acción rápida y ejemplar, frente a la larga y obcecada protección que dicho arzobispo ha dado a Gerardo Silvestre Hernández, un presbítero acusado de pederastia al que el jerarca oaxaqueño durante años sólo fue cambiando de parroquias en la entidad, hasta acumular cuando menos 45 casos de agresión sexual contra niños y adolescentes de comunidades indígenas.

Segundo momento, cuando el padre Manuel Arias Montes y otros religiosos se armaron de valor y denunciaron que los primeros hechos de pederastia sucedieron en 2006. El mismo arzobispo Chávez Botello escuchó personalmente en 2009 la denuncia que le presentaron siete presbíteros (Manuel Arias Montes, Sergio Herrera Arias, Miguel Ángel Morelos García, Jorge Pérez García, Juan Antonio Jiménez, Guillermo Velázquez Gordillo y Juan Ruiz Carreño, a los que luego se agregaron David Elías Mendoza Maldonado, Leoncio Hernández Guzmán y Ángel Noguera). Éstos le pidieron a Chavez que frenara a su protegido e iniciara un camino institucional de justicia. Todo se mantuvo en absoluta discreción por recomendación de Chavez Botello a sugerencia de su apoderado legal Wilfrido Mayren.

El momento más crucial para Chávez y su séquito cupular fue cuando, por fin, en diciembre del 2013 detuvieron al sacerdote pederasta Silvestre Hernández y los familiares de los niños que habían sufrido esos abusos, empezaron a aportar las pruebas judiciales. Hoy está procesado por corrupción de menores de edad. Otro momento que quitó el sueño a los encubridores de la pederastia fue cuando se anunció la visita del Papa Francisco y los padres de los niños victimados acordaron entregarle una carta sobre el comportamiento del arzobispo Chavez y su séquito.

Hubo otros instantes de gran escándalo sobre el caso. El mismo padre UVI amenazó a los padres de las víctimas si no guardaban silencio y apenas el pasado miércoles, otra vez UVI montó una conferencia de Prensa para revelar, vía el abogado Noyola, supuesta denuncia de violencia intrafamiliar contra el sacerdote Manuel Arias, principal descubridor de los casos de pederastia. La historia es larga en relación a esta antología de perversidades con sotana.